viernes, 12 de diciembre de 2014

VIOLENCIA Y FANATISMO: La infección que gangrena el deporte.


En multitud de ocasiones el deporte deja de situarse a la vanguardia del entretenimiento y la diversión para dar paso a la violencia y los fanatismos.
Lo que debería subyacer siempre de la competición profesional entre los mejores es la deportividad de los jugadores y de las legiones de fans que llenan bares, estadios y calles. Pero es una obviedad que la cultura deportiva parece aceptar los insultos y los menosprecios constantes, ya sea al árbitro, a la afición contraria o al rival sobre la cancha.
No es fácil, nada fácil, llegar hasta donde llegan los profesionales. Hay que trabajar y esforzarse en cantidades inimaginables, además de tener un talento innato, para poder ser esas estrellas que vemos por la tele y observamos en directo en los campos. Días, tardes y noches de sufrimiento e incertidumbre del que sueña con 'llegar' sólo se puede merecer una cosa: respeto. Es muy fácil criticar sin criterio, hablar por hablar, afirmar y corresponderse con el vox populi.
La crítica está bien siempre y cuando sea respaldada y fundamentada por hechos.

Teniendo clara esta premisa, no debemos perder el norte ante lo que vamos a ver. Respetar lo que se ve y a los que lo ven es obligatorio. El fútbol y cualquier deporte no dejan de ser eso, deporte. Competiciones entre gente y para la gente. Es inadmisible que a la salida de un estadio apuñalen a un aficionado por la espalda o que se sucedan batallas campales en los aledaños de cualquier recinto deportivo por defender unos colores. Es intolerable que se pierda el juicio por algo que, por mucho que admiremos y veneremos, en el caso del llamado deporte rey, son 22 personas en pantalón corto pugnando por un balón. Estas reticencias sobre el respeto en el deporte se ven alimentadas por el uso del mismo para dar rienda suelta a apologías políticas, racismo, xenofobia, homofobia o cualquier tipo de segregación incomprensible, lo que nos contextualiza sobre la gravedad del asunto. Para más inri, esta situación suele ser excusada con el tópico de que estas actitudes existen desde siempre. ¡Basta ya!, eso jamás puede ser una disculpa, siempre debe ser una herencia catastrófica que merece ser modificada de una vez. La desidia de la gente no puede contrastar con la voracidad del olvido.
Veamos el deporte, disfrutemos y saboreemos cada jugada, animemos cada segundo hasta llevar a nuestro equipo a la victoria, del mismo modo que le apoyaremos si fracasa en el intento.
Al fin y al cabo, exprimamos esas dos horas de pasión sin resentimiento, sin envidia y sin insultos gratuitos. Seamos felices con el deporte igual que son (o deberían serlo) los que han llegado tan alto. Jamás lo hagamos algo sórdido y si visceral en el buen sentido.
Hasta aquí la reflexión de esta semana en vísperas de las jornadas de las diferentes competiciones deportivas. Hay que dar un voto de confianza...
Sed felices. #ElNumero1

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