lunes, 22 de agosto de 2016

LA CUENTA REGRESIVA


Hace tiempo que la cuenta empezó a ser regresiva. Sí, porque siempre supimos que el binomio Gasol-Nadal algún día se esfumaría, al igual que la conjunción Bolt-Phelps. Y quizá por ello, estos Juegos se presentaban como la última vez. Una mezcla de nostalgia y esperanza con tintes de sorpresa y, por qué no, notables aspiraciones.

Pero como el tiempo siempre fue el único juez de estos deportistas, ellos fueron a Río a jugar con él y mostrarle al mundo que siguen siendo entes autosuficientes, ajenos incluso a la física.   


Por eso Nadal soltó una carcajada cuando Del Potro servía en el juego decisivo del tercer set. Nadal debía restar, y los aficionados llevar la cuenta con él. Y entonces sucedió. 0-15, 0-30, 0-40 y el mejor restador de la historia no iba a desaprovechar el punto definitivo. Cerró el juego y cerró el puño. Todos con él. 

Ya no hacía falta más, ni siquiera cuando en el tie-break lo volvió a intentar. Esto es deporte y la cuenta regresiva de Del Potro empezó hace 3 años. También merecía agotarla.

Algo parecido le sucedió a la Generación de Oro. Otra vez un comienzo convirtiendo un +14 en un -14, otra vez restando en la fase de grupos y, otra vez, revolviéndose entre los números negativos para resurgir con más fuerza.

Por eso Pau también soltó una carcajada antes del encuentro ante Francia. Scariolo y él lo sabían. Los 40 puntos del año pasado se quedarían en 5, y las posibilidades del equipo se disparían si modificaba su posición y su labor. Hecho.

Luego vino el cruce ante Estados Unidos en el que Pau se restó años y de paso, una lesión. ¿23 puntos y 8 rebotes, cojo y con 36? No cuadra. Pero con él sí, porque de paso superó los 3330 puntos de Epi con la Selección y se situó líder en anotación. 


Una última hazaña antes de atacar el último objetivo: el bronce ante Australia, el éxtasis. Sí, porque ayer estos tipos jugaron con el tiempo de manera descarada, sin consideración, prestigiando un partido por el bronce y restando diferencias, años y lo que hiciera falta. Sólo un bocinazo nos hizo respirar y acabó con ellos por los suelos. Corrían y celebraban, y acabaron siendo jóvenes.


Niños como una Ruth Beitia que puso el colofón a todo esto saltando por encima de la lógica. Apareciendo 'por sorpresa' a los 37 en una temporada histórica para el atletismo español.  


Aunque si hablamos de historia me quedo con las lágrimas de Phelps, sus manchas para luchar contra el paso del tiempo, su contrato vitalicio en el 200 estilos y, por supuesto, su legado en forma de despedida.


Pero si tuviera que elegir una imagen sería la de Usain Bolt exprimiéndose en la Final de los 200, mirando el crono con la ilusión de un joven aspirante, abandonando por un segundo su superioridad para darse cuenta de que ese reloj no iba a restar décimas. El récord era imposible porque él siempre fue imposible. Una realidad paralela y una máquina humana que certifica que estos Juegos de autor dejan la cuenta por debajo de 0. Porque para estos deportistas Tokio 2020 queda muy lejos, un -4 largo y sinuoso que se antoja imposible, pero que no esconde un dato: es su terreno.