martes, 14 de octubre de 2014

ELECCIÓN DE INSTANTES INOLVIDABLES EN CINE Y SERIES, A TÍTULO PERSONAL.

Dada la circunstancia de que este medio lo protagoniza la libertad creativa, pensemos en una selección bajo el más mínimo detalle de los mejores momentos de la historia del cine y las series.

Sin ánimo de vilipendiar la labor de las obras cinematográficas y televisivas completas, creo que nadie duda que aquellos pequeños instantes que llaman la atención y erizan la piel, son en muchas ocasiones, los segundos por los que recordamos una película o una serie.



La intro de Trainspotting, ese momento en el que Renton, el protagonista, se presenta cuestionando su integración en la sociedad como una persona normal, afirmando que su mundo gira en torno a la heroína y que esa es su preferencia indiscutible, más que la propia vida.

Los minutos de gloria de Robert de Niro en El Padrino II, interpretando a un joven Vito Corleone. Un papel memorable con un determinado instante señalado, ´el de las azoteas´, que es imposible de olvidar y está a la a altura de las circunstancias y la responsabilidad.

El cuarto capítulo de la primera temporada de True Detective (‘¿Quién anda ahí?’). Todavía sigo pensando en la perfección y precisión absoluta de ese momentazo en el que Rust Cohle se infiltra en la banda de moteros traficantes de droga, del mismo modo que recuerdo ese plano secuencia de 6 minutos que ya es historia televisiva. Tampoco podríamos pasar por alto el final de la tercera de Breaking Bad (‘Medidas Completas’), con un Walter White poseído ya por el espíritu de Heisenberg, gritando a Jesse Pinkman sutilmente ‘RUN!’

Hay espacio para bailes de todo tipo, estilo John Travolta y Uma Thurman en Pulp Fiction copiando a Anna Karina, Claude Brasseur y Sami Frey en Bande à part, Audrey Hepburn y Fred Astaire bailando en el piso 23 o Gene Kelly bailando y Cantando bajo la lluvia.

Sangre ´made in´ Tarantino con ojos arrancados (Kill Bill) y orejas cortadas (Reservoir Dogs), cines que arden produciendo sensaciones opuestas como el de Malditos Bastardos y Cinema Paradiso, Buñuel y su ojo acuchillado, suspense y terror de la mano de Hitchcock y Kubrick, Psicosis y El Resplandor, la ducha y la puerta del baño, Janet Leigh y Jack Nicholson. Clint Eastwood preguntando ´¿De quién es esta pocilga?´ al entrar en una taberna del viejo oeste como forasteto (Sin Perdón). Conversaciones profundas, inteligentes y edificantes como las de Robin Williams con el indomable Will Hunting. Besos de todo tipo, amor onmipresente y una frase que lo resume todo en ´siempre nos quedará París . Luchas como las de La Novia contra los 50 maniacos o la de Ali y Foreman, confesiones reveladoras como la de un malo malísimo Darth Vader a su hijo Luke Skywalker. Mentiras de padre a hijo en forma de reglas de un juego inexistente como el que inventa Benigni para su niño en la Vida es Bella. Vergüenza ajena en pantalla y compasión en el espectador cuando alguien se convierte en ladrón de bicicletas por primera vez y por estricta necesidad de supervivencia en una Italia de post guerra.

Aquí no se deben prohibir las lágrimas, pues Máximo Décimo Meridio nos enseñó a llorar a todos en Gladiator.

Debemos darnos prisa en la creación de este montaje surrealista y para ello el ‘corred insensatos’ de Gandalf en La Comunidad del Anillo es lo más pertinente. Nuestro invento se vuelve trepidante y por ello entra el final fantástico e increíble de Big Fish, el grito desesperado de Sean Penn al perder a su hija en Mystic River, una conversación majestuosa entre Heath Ledger y Christian Bale, entre el Joker y Bruce Wayne, entre la sonrisa diabólica del primero y el mejor Batman de siempre. Vemos una bolsa que vuela de fondo y sí, es la de American Beauty que ha salido de esa extraña habitacion en la que Robert de Niro le pregunta al espejo ´¿me estás mirando a mi?´.

El final se acerca y es el momento de dar un giro de tal magnitud como el de La Boda Roja (Las Lluvias de Castamere) de Juego de Tronos para perdernos entre tanto impacto y tanta sangre.

Ahora sí, con el objetivo de dar por concluida la experiencia, dejándonos muchas, muchísimas cosas en el tintero, llegaría un fragmento brillante del Western de los Western, un final como el de El Bueno, el feo y el malo, con el desenlace perfecto, para posteriormente utilizar el fundido a negro más recordado de todos los tiempos, ese con el que vimos o no vimos (dejo la duda en el aire) a Tony Soprano por última vez.