viernes, 8 de julio de 2016

SOSPECHOSOS HABITUALES


Un jugador galopa sin oposición, concernido con la causa de su país y dispuesto a cumplir con su cometido. El 11 avanza metros y el ojo del espectador viaja atrás en el tiempo. Gareth Bale parece un futbolista perfectamente delineado con otra época, con los 70 de Cruyff o los 80 de Maradona, pero la realidad es otra. Son las semifinales de la Eurocopa 2016 y el galés degusta el instante. La pulcritud de sus quiebros y su mirada límpida así lo corroboran.

La carrera de 60 metros termina con un disparo irregular pero constata la capacidad de este tipo para ocupar 10 posiciones sobre el campo. Otro fútbol sin tanta preparación y tanto centro del campo parece posible.

Ahora el plano se desplaza a Cristiano Ronaldo, por corte y sin transición, porque el duelo es de tú a tú. Las distancias entre ambos baluartes parecen inexistentes, y por eso las pupilas del luso sólo reflejan una cosa: el esférico.


Pasan los minutos y entonces la imagen se congela, y como suele pasar en las batallas prodigiosas, un teleobjetivo funde al 7, que a sus 31 y con una espalda dolorida por la presión de triunfar con Portugal, salta por encima de la lógica y la física e incrusta su balón en las mallas con una potencia feroz.

Sin tiempo para repetir la hazaña, Gales ya pierde 2-0 porque el fútbol juega con el tiempo y con el rival, por eso volvemos al principio: al sprint de Bale. Desde ahí hasta el final, el Expreso de Cardiff defiende, distribuye, golpea, ordena, remata, protesta, bloquea, ataca y ejerce de dios sobre el verde. Él es juez del futuro de los dos equipos y a pesar de desencadenar una tormenta de fútbol despiadada, la realidad se vuelve a imponer y la escena finaliza con una transición que nos lleva a un punto concreto: los ojos de Bale.


La derrota de su país no refleja ningún tipo de oprobio en su mirada, al contrario, el 11 vislumbra su futuro ante el 7, solo o acompañado, con Gales o en el Real Madrid, y parece transmitir una idea a su maestro: "Hoy vences tú, pero sólo necesito un poco más de tiempo, entonces venceré yo. Lo sabes, lo sé".

Cristiano capta la idea y se redime de sus pecados con su Selección. Asume la consagración de su sucesor y quién sabe si a continuacion se lo explica personalmente, el caso es que la primera semifinal se salda con El Abrazo.


Ahora estamos en la segunda semifinal y observamos a un protagonista tan ubicuo y alborozado como los dos anteriores. Es Antoine Griezmann y aunque Alemania empieza siendo Alemania, poco a poco las telarañas cholistas de Francia se adaptan a Antoine, y Antoine lo devuelve como mejor sabe hacer, penalti de clase -sin presión- y envite con la estrella de Alemania, sí, con Neuer, que esta vez falla y cede ante el 7 como aquella vez en el Allianz. El jaque francés hace tambalear la defensa teutona, hasta el punto de convertirse en mate por una evidencia clara: Alemania no tiene a nadie para contrarrestar a la estrella rival.


A falta de la Final, ahora toca recapitular sobre la temporada, porque la distancia de un sospechoso habitual para reinar llamado Leo o Cristiano ya ha dejado de ser imperceptible para el resto. Nadie debe olvidar la minuciosidad inusitada con la que Messi incrustó el balón en la escuadra (también) en las semifinales de Copa América, pero tampoco nadie debe olvidar sus lágrimas tras la Final.

La realidad es el futuro, y con un Ronaldo condenado a dosificar y un Messi obligado a ceder el gol a Suárez, quizá Gareth y Antoine deban asumir la responsabilidad de algo a lo que Leo y Cristiano se ven abocados: delegar.