sábado, 23 de enero de 2016

KARIM BENZEMA, ALTRUÍSMO POR COMPASIÓN


Su presencia se circunscribe, exclusivamente, a un terreno de juego. Más allá de la línea de cal se prende la polémica y se desarrollan los problemas. La grada se impregna visualmente de los movimientos y detalles del 9, pero el atisbo de que algo externo puede fallar es ya una sensación crónica. Duda que se acrecienta fuera del estadio, donde quienes no disfrutan in situ de su fútbol, se preguntan por qué la inteligencia de ese chico parece exuberante sobre el verde y escasa en las calles. Incluso, más allá, en cada casa, hay siempre una palabra que invade peligrosamente la crítica de los aficionados: Indolencia.


Mientras, dentro del campo, la veneración hacia Benzema es ineludible por parte de todos los profesionales. Los resoplidos del equipo rival contrastan con la impaciencia de los merengues por arrancar el choque: Temor y necesidad de que ese francés empiece a repartir su talento, a partes iguales. Cristiano y Bale, baluartes del equipo y compañeros de Karim a la vanguardia, salivan como delanteros sarnosos porque su objetivo, el gol, está más cerca si Benzema tiene el balón en sus pies. Cuesta entenderlo, porque es extraño ver a un 9 diversificar así su categoría en beneficio de otros matadores, pero una vez comprendida la esencia, es fácil.

La única manera de no negociar el ego y las necesidades del 7 y el 11 es mediante el altruísmo de Karim. Un engranaje perfecto que seguro les mira desde la compasión de quien posee una visión más amplia del juego, porque él experimenta el mismo placer ejecutando que generando, y porque él, a pesar de llevar 153 goles en el club, nunca olvida una lógica muchas veces difusa para un killer del área: Tres son mejor que uno.


Este 9 y medio comparte su pasión por este deporte y sólo se define gracias a sus compañeros. Por ello, el día que superó los registros goleadores de su ídolo Ronaldo Nazario en el Real Madrid, pocos se percataron.

Todavía recuerdo una ocasión suya, a bocajarro, que erró golpeando la cruceta por intentar una espuela legendaria (evitando empujar el balón). Él es así, su estilo como forma de vida, guste o no guste. Se entienda o no se entienda. Por eso, la semana pasada, cuando medio mundo observaba el segundo partido en el Bernabéu con Zidane al frente, y cuando Bale y Cristiano ya habían perforado la portería, Karim Benzema se elevó en posición acrobática, miró a sus dos compañeros con cierta misericordia, y se marchó al córner a celebrar su gol. La clase se había manifestado, y sólo entonces, muchos lo entendieron.