domingo, 10 de mayo de 2015

MUERTE ENTRE LAS FLORES


Una intención, un movimiento y un disparo. Carácter, calidad y calibre. Heroicidad y definición. Así fue el regreso del capo a la gran ciudad.
El fútbol observó cómo el pasado miércoles el retorno de Pep quedó relegado al rincón de lo insignificante porque Lionel quiso volver en el momento más señalado.

Cuando los viejos fantasmas cobraban vida en la alargada figura de Manuel Neuer, un leve despiste en el minuto 77 fue el caldo de cultivo perfecto para que el número 10 culé más emblemático que mis ojos han visto se disfrazara de mesías, otra vez, para volver a cerrar el puño camino de la grada celebrando que el hijo pródigo -rabioso- estaba ahí, justo cuando las estrellas deben demostrar tan preciada etiqueta...


Fue eléctrico y fugaz, algo único. Y como consecuencia, a partir de ahí llegó la segunda fase: Messi desatado, o lo que es lo mismo, la mirada de precisión y la decisión de líder. Un recreo particular. Una finta sensible. Un cambio de ritmo ininteligible. La vaselina de siempre. La suavidad del genio y una tormenta perfecta con el balón en los pies.


Barcelona miraba atónita el fenómeno inenarrable que brotaba de su Camp Nou. Los culés reían y festejaban ajenos del futuro inminente. No sabían que su genio aún iba a conceder un tercer deseo, el más preciado para ellos, así como sangriento y cruel para los visitantes: Un pase de oro a Neymar y a la final. La resolución del tiroteo, la victoria del equipo y el resarcimiento del elegido contra el que le eligió como Dios...

¿Cómo se frena el talento? Guardiola apeló a la imposibilidad para responder y en el campo se vio asesiado por la patata caliente argentina... Ni más ni menos. La pulga dictó sentencia.


La historia dirá que una vez finalizada la contienda, sobre el césped del área técnica del Bayern sólo quedó un sombrero, ése que ingeniaron los hermanos Coen en Muerte entre las Flores como símbolo de la derrota, y que marcó un antes y un después.

Y es que al final, la suprema inteligencia del consejero Tom Reagan tampoco le sirvió para superar a su verdadero jefe... Aquel capo llamado Leo, tanto en la película como en la realidad. El protagonista que hace grande al resto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario