jueves, 11 de septiembre de 2014

RETALES DE UNA GENERACIÓN DE ORO INVULNERABLE Y PERDURABLE


La lógica siempre nos dijo que no, que era imposible tener una selección de baloncesto campeona del mundo. Los expertos jamás negociaron la idea de que algún equipo podría covertirse en el álter ego de Estados Unidos sobre el parqué. Extraterrestes de la talla de Wilt Chamberlain, Bill Russell, Julius Erving, Larry Bird o Magic Johnson daban su recital de madrugada al otro lado del planeta. En este país, atrasado en muchos deportes por la supremacía futbolística y por un turbio pasado ajeno al deporte, siempre se miró con recelo y admiración los despegues y aterrizajes del Doctor J o la rivalidad Celtics-Lakers...
Aquí no se disponía de perfectas figuras atléticas con capacidad de salto y de resistencia infinita. Quizá deberíamos empezar por ahí...


A pesar de dos medallas de plata en sendos Europeos (35' y 73'), España no despegó como selección hasta los años 80, a ritmo de plena movida madrileña. Un grupo humano de jugadores fantásticos, con tintes revolucionarios y reflejo de un país que se abría al mundo con el desenfreno de su capital, comenzó a jugar un baloncesto rock&roll como los ángeles, y como tal vio su esplendor y su obra más perfecta acabada en los Juegos Olímpicos de Los Angeles 84, llegando a la final contra los extraterrestres y anfitriones, pasando por encima de la Yugoslavia de Drazen Petrovic en semis y demostrando que el resultado en la final no era importante porque era imposible ganar, lo verdaderamente genial era llegar ahí enseñando al mundo que aquí se avanzaba. En ese equipo se erigió un líder como Fernando Martín, algo así como un profeta de nuestro basket, capaz de triunfar en el Real Madrid con tanta elegancia como pundonor, emigrar a la distanciada NBA siendo pionero y abriendo puertas, y finalmente morir como una estrella de rock a los 27, repentinamente, dejando a su banda en lo mayor altura posible y demostrando que aquí también había canchas callejeras y canastas en los institutos, con su correspondiente continuación en grandes clubes profesionales y enormes jugadores como Iturriaga, Corbalán, 'Epi' o Fernando Romay.


Ese fue el inicio legendario de nuestro baloncesto moderno, algo premonitorio de que en un futuro se podía llegar más lejos, de que era posible romper las reglas y competir contra Estados Unidos.
Con la ilusión de llegar a ser como las estrellas de aquí y de allí, en la década de los 90, niños como Pau Gasol, Juan Carlos Navarro, Jorge Garbajosa, Jose Manuel Calderón, Felipe Reyes, Rudy Fernández o Sergio Rodríguez, elegían el baloncesto como forma de vida mientras colgaban posters de Stockton y Malone en su habitación y trasnochaban viendo las hazañas de su majestad Michael Jordan en la televisión. Todavía recuerdo perfectamente la mística que desprendía la NBA en el patio del colegio, donde quienes jugaban al basket decían que había un tipo en los Bulls que era capaz de volar.

La transición al estrellato mundial comenzó cuando esa Selección Española júnior fue campeona del mundo en Lisboa 99', venciendo en la final precisamente a los Estados Unidos. El salto al circo profesional debía dar comienzo y de qué manera...

La primera piedra la puso en 2001 un gigante en todos los sentidos, Pau Gasol, con 21 años y sin miedo a la historia y a las circunstancias, el de Sant boi decidió cruzar la puerta que abrió Fernando Martín y emergió de las profundidades europeas para plantar su clase y su estilo en el draft de la NBA, siendo elegido en el puesto número 3 (como Michael Jordan), y dejando destellos infinitos de su calidad y liderazgo nada más aterrizar en la ciudad donde asesinaron a Martin Luther King, Memphis.

El resto de la historia ya la conocemos por motivos evidentes, Rookie del año, mate mediático en la cara de Big Ticket, mejor jugador de la historia de la franquicia, All-Star...

Como dijera en su día Nelson Mandela a su capitán de rugby François Pienaar, para unir a negros y blancos en Sudáfrica y sepultar el apartheid, 'los tiempos cambian y nosotros tenemos que cambiar, y necesitamos ganar el mundial de rugby como medicina'

Desconozco si alguien le dijo algo parecido a Gasol antes de jugar el Mundial de 2006. Evidentemente, en España no existía un conflicto de tal magnitud social y cultural pero si existía cierto desprecio al Baloncesto y cierto complejo de inferioridad.

La resolución de ese campeonato es el punto álgido de esta historia... Mundial de Japón, clases magistrales de lo que es jugar en equipo, el liderazgo de Pau, la explosión de su hermano en la final para cubrirle, el tirito de Navarro, la polivalencia de Garbajosa, el 'showtime' del Chacho y Rudy y el primer mundial de la historia de nuestro basket. La mayor parte del país pegada al televisor y en la celebración un mensaje claro del entrenador. 'BA-LON-CES-TO'.


En esta imagen, como si del Cristo Redentor de Río de Janeiro se tratara, el pívot español, ausente en la final tras una heroica lesión ante la Argentina de Ginóbili, dejó patente que la historia no sólo estaba reservada para la Lituania de Sabonis, la Yugoslavia de Bodiroga o la infinidad de Dream Teams. La España de Gasol también subía al Olimpo.

A partir ese instante llegó eso de la Generación de Oro, de la ŇBA, más popularidad, más viajes a la NBA (Navarro, Garbajosa, Calderón continuaba...) y las distancias se acortaban.

Fue entonces cuando se empezaron a recoger los frutos de tanto esfuerzo en silencio, de tanto menosprecio impaciente. Estos jugadores en 2008 nos ofrecieron el mejor duelo histórico de una final olímpica, plantando cara hasta el último segundo a un equipo galáctico de EEUU apodado 'Dream Team' y que ganaba la comparación al de Jordan, Bird y Johnson de Barcelona 92'.

Un mate de Rudy sobre la figura del mejor defensor de la NBA Dwight Howard en esa final de Pekin, levantó al país del sofá a las 8 de la mañana y difundió con violencia a todo el planeta que España no era peor que Estados Unidos.


Lamentablemente Kobe Bryant, Lebron James y Carmelo Anthony acabaron ganando el oro in extremis.
Posteriormente llegaría más éxito, 2 medallas de oro en ambos Eurobasket y otra final antológica perdida en el último minuto, contra el mejor equipo americano que vi jamás (Kevin Durant mediante, con James Harden reserva...), en los JJOO de Londres 2012. La sensación de ese partido fue de enorme disgusto, lo cual teniendo en cuenta las circunstancias era un triunfo, ya que la selección española fue mejor que EEUU como equipo, incluso a Pau nadie le supo o pudo parar en ese partido.
Quizá no haber ganado nunca a los extraterrestres en su mayor nivel competitivo es el único 'pero' estadístico en contra de la banda de rock&roll moderna de Pau, pero la sensación es que se luchó de tú a tú, sin miedos, sin complejos, con esperanza e ilusión. Que se pudo ganar y competir. Que sólo ellos pudieron en la historia. La misma Fe que tuvo Gasol cuando un día decidió emigrar, ganar dos anillos de la NBA en Los Ángeles Lakers con Bryant y ahora fichar por los Bulls de su majestad.


Este año se buscaba cerrar la etapa de mayor éxito del baloncesto español, realizando un buen papel en el Mundial que se celebraba, precisamente, en nuestro país. Por nombres, a pesar de que muchos superaban la treintena y disputarían su último mundial (por ejemplo Gasol y Navarro), se hablaba de la mejor selección española de la historia, al mismo tiempo que se corroboraba que nunca fue tan apropiado decir eso de que los viejos rockeros nunca mueren, que nunca habrá suficientes elogios para esta generación perdurable. Pero un entrenador nauseabundo incapaz de rotar el quinteto, tras una primera fase esperanzadora, llevó a su equipo a sucumbir en cuartos de final (en su Palacio de los Deportes), ahogado en el planteamiento táctico de la vigente campeona de Europa, Francia. Fue una noche dura, un obligado cambio de ciclo rodeado por un sopor tremebundo donde reinó la consternación con la irrupción de los viejos fantasmas sobre el parqué y donde sólo Pau Gasol pugnaba por preservar el sentido común. Pero nada de nada. Un gorrazo de Gobert sobre el mejor jugador español de todos los tiempos fue el detalle que indicó nuestro final. Una crónica de una muerte no anunciada que nos hizo volver a la Tierra y apreciar aún más si cabe los años en los que se luchó de tú a tú contra Estados Unidos en Marte. Un desenlace cuyo guión no correspondió al final feliz de Hollywood. Pero no pienso recrearme en un final que antes o después debía llegar y si pienso acordarme cada segundo de que la película fue buena, fue majestuosa, fue cojonuda. Al fin y al cabo nos levantó del sofá mientras se luchaba en Pekín o en Londres cuando nunca antes nadie se había ni acercado. C'est la vie. Al fin y al cabo estos jugadores nos enseñaron que tanto en el deporte como en la vida, hay que ir superando retos, siempre apuntando a lo más alto...


Sólo una anécdota más, Andrés Montes (que algo sabía de esto) no llamó a Gasol por ninguno de sus motes populares, ni 'Gasolution', ni 'Pow', ni 'El Dragón'..., ¿Saben ustedes cómo le llamaba hasta dejarnos en 2009?, -E.T. El extraterrestre-, porque la vida puede ser maravillosa.

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