El cine y el deporte nos llevan un paso más allá, eso es evidente. Cualquier situación en la vida puede quedar en un segundo plano cuando nos sentamos en una butaca frente a la gran pantalla o contemplamos un 'insignificante' partido de fútbol. ¿El motivo? Pues ése que se lleva por dentro y activa a la persona, sin entender de razones y sí de sentimientos.
En esta nueva entrega de Los Lunes del Imparcial es necesario poner sobre la mesa dos ejemplos de esta medicina. Dos experiencias que marcan y se aseguran una posición privilegiada en la memoria.
La primera tiene que ver con un regalo que esconde la cartelera actual, es decir, con el arte que dibujan en la pantalla Olivier Nakache y Eric Toledano. Un plan orquestado por sendos genios y magistralmente interpretado por Omar Sy, toda una estrella capaz de arrancar los aplausos en el respetable (algo tan en desuso hoy en día) gracias al mejor arma del actor, la absoluta naturalidad.
Unir estos tres nombres supone hablar de Samba, su última película juntos y una demostración más de su inigualable capacidad para fascinar al espectador
-Intocable ya es imborrable-.
La primera tiene que ver con un regalo que esconde la cartelera actual, es decir, con el arte que dibujan en la pantalla Olivier Nakache y Eric Toledano. Un plan orquestado por sendos genios y magistralmente interpretado por Omar Sy, toda una estrella capaz de arrancar los aplausos en el respetable (algo tan en desuso hoy en día) gracias al mejor arma del actor, la absoluta naturalidad.
Unir estos tres nombres supone hablar de Samba, su última película juntos y una demostración más de su inigualable capacidad para fascinar al espectador
-Intocable ya es imborrable-.
Esta vez los autores apuestan por destruir los prejuicios sobre la inmigración efectuando una radiografía de la sociedad, precisamente, a través de un 'estereotipo' como puede ser un senegalés de color afincado en París (Omar Sy).
El público entra en juego desde el principio preguntándose por qué al protagonista se le deniega el permiso de residencia, a pesar de llevar 10 años trabajando a destajo en esas tareas árduas y mal remuneradas a las que pocos se prestan, pero que se antojan fundamentales.
El público entra en juego desde el principio preguntándose por qué al protagonista se le deniega el permiso de residencia, a pesar de llevar 10 años trabajando a destajo en esas tareas árduas y mal remuneradas a las que pocos se prestan, pero que se antojan fundamentales.
Observar cómo el protagonista responde a la complicada tesitura con su descomunal sonrisa, sin duda desata la euforia en el público. Asimismo, comprobar cómo se rodea de personas (Charlotte Gainsbourg e Izïa Higelin) que se prestan a intermediar entre las restricciones absurdas y la humanidad, hace recuperar la esperanza en el ser humano y la integración, así como divertirse (Tahar Rahim sabe de esto) con una historia cotidiana por los bajos fondos de Paris, reforzada con una banda sonora encomiable (Bob Marley de por medio).
En definitiva, todo ello hace que los 115 minutos de película se conviertan en mágicos gracias al truco que todos deberíamos conocer, ése que consiste en eliminar las etiquetas e ideas preconcebidas sobre las personas, y que una vez realizado, supone el acceso al puro espectáculo de la vida así como un 'atisbo de felicidad en exceso', siempre a ritmo de samba...
La segunda historia nos lleva al deporte rey, en concreto a la ciudad de Dortmund.
Como se suele decir, 'el fútbol es de la gente' y más o menos eso fue lo que declaró el profesor Jürgen Klopp en su presentación como entrenador del Borussia de Dortmund (año 2008). Este tipo de aspecto peculiar, nada más sentarse en rueda de prensa mostró su cara más pretenciosa al afirmar: 'Si vienen a vernos 80.000 personas cada 15 días y no se lo pasan bien, o ellos o el equipo tienen que buscarse un estadio nuevo'.
Como se suele decir, 'el fútbol es de la gente' y más o menos eso fue lo que declaró el profesor Jürgen Klopp en su presentación como entrenador del Borussia de Dortmund (año 2008). Este tipo de aspecto peculiar, nada más sentarse en rueda de prensa mostró su cara más pretenciosa al afirmar: 'Si vienen a vernos 80.000 personas cada 15 días y no se lo pasan bien, o ellos o el equipo tienen que buscarse un estadio nuevo'.
Lo que nadie sabía entonces era que el técnico alemán no sólo iba a salvar al Borussia del descenso, sino que a lo largo de los 5 años posteriores iba a situar el club en la élite, formando uno de los equipos más atractivos, vertiginosos y ofensivos de la historia del balompié.
Nada más aterrizar, el profesor comenzó a moldear los alumnos disponibles, para ir integrando después, progresivamente, a espectaculares talentos desconocidos. De modo que el veterano portero y capitán, Roman Weindenffeler, observaba año tras año cómo su defensa se impregnaba de jerarquía gracias al joven central aleman Mats Hummels, cómo su centro del campo no se dejaba de poblar de talentos turcos (primero Nuri Sahin, luego Gündogan) o alemanes (la joya de la corona alemana llamada Mario Götze), y finalmente, cómo su delantera quedaba definida por dos estrellas de categoría, el 'extremo izquierdo todocampista' Marco Reus y el killer polaco -casualidades de la vida- Robert Lewandowski.
La gente siempre respondió a la llamada del profesor, brindándole la oportunidad de impartir clases en casa frente a 80.000 espectadores en cada partido, y consiguiendo que, llenazo tras llenazo, el Signal Iduna Park se convirtiera en el estadio con mejor entrada del mundo durante 5 años consecutivos.
Los jugadores, protagonistas sobre el verde, nunca se cansaron de ejecutar con precisión milimétrica las consignas de su entrenador, hasta el punto de enamorar a los aficionados de todo el mundo ganando dos Ligas, una Copa (5-2 al Bayern) y llegando a una finalísima de Champions League ante el todopoderoso conjunto bávaro, sólo perdida -quién sabe- por la ausencia de Götze (ya comprado por el rival) y la justicia divina que merecía el bueno de Arjen Robben.
Noches mágicas de puro fútbol de ataque como la del 4-1 al galáctico Real Madrid de José Mourinho, también quedarán en la retina de todos. Puro espectáculo, vasto divertimento...
Tras llegar al punto álgido, la pesada industria capitalista que rige el fútbol moderno le fue arrebatando al revolucionario Jürgen Klopp todos y cada uno de sus alumnos (a excepción de Reus), hasta el punto de debilitar el cojunto gravemente.
Los últimos resultados (con un equipo del que no se puede exprimir más) han llevado al Borussia a quedar apeado de Europa y de la lucha por la Bundesliga, por ello, el mediático entrenador, hombre de palabra, el pasado miércoles dijo basta y anunció que abandonaría el club a final de temporada, eso sí, no sin antes dejarlo clasificado para Europa.
El mundo del balompié tras quedar un breve segundo en shock, comenzó a agradecerle incesantemente a este genio su capacidad para plantar batalla y destronar a los más grandes, siempre a base de divertirse y jugar como nadie, sin balones ni botas de oro.
Ahora queda su legado, la memoria de un engranaje perfecto y el renombre de poder tocar a la puerta de cualquier club sobre la faz de la Tierra y decir: 'Soy Klopp, Jürgen Klopp', a lo que las masas de aficionados del equipo privilegiado contestarían: 'Adelante señor Klopp, los jugadores le están esperando y nosotros queremos divertirnos, bienvenido.'
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